El fichaje de Luís Figo del F.C. Barcelona al Real Madrid en julio del año 2000 por una cifra récord de 60 millones de euros no fue una simple transferencia. Fue una operación audaz, casi política, que es universalmente considerada como la mayor traición en la historia del fútbol. Su movimiento no solo desató la famosa era de los Galácticos de Florentino Pérez, sino que también marcó un punto de inflexión en la intensa y ya caliente rivalidad entre ambos clubes.
El pacto secreto que ganó unas elecciones
El factor principal detrás de esta transferencia explosiva fue una osada promesa electoral de Florentino Pérez y un contrato con una cláusula de castigo. Pérez se postuló a la presidencia del Real Madrid con una propuesta casi imposible de creer: si ganaba, se llevaría a Figo, la estrella y capitán del F.C. Barcelona.
Para hacer creíble esta promesa, Pérez logró que el agente de Figo firmara un preacuerdo secreto. Este contrato incluía una cláusula penalizadora que ponía al jugador en una posición sin salida: si Pérez ganaba y Figo se negaba a ir al Madrid, el jugador (o su agente) debería pagarle una indemnización millonaria. Sobre el proyecto que inició, Florentino Pérez afirmó: “Le dije que sobre él quería construir ese gran proyecto deportivo. Le dije que iban a venir los mejores jugadores del mundo, que queríamos hacer un Madrid mágico, fiel a su historia”.
Presión contractual y ambición deportiva
La decisión final de Figo fue el resultado de la enorme presión contractual, aunque públicamente se justificó por la ambición tanto económica como deportiva. El Real Madrid le ofreció un contrato que lo convertiría en el futbolista mejor pagado del mundo, un factor determinante en una época donde los salarios de las estrellas de fútbol comenzaban a dispararse.
El entonces presidente del F.C. Barcelona, Joan Gaspart, no pudo o no quiso igualar las condiciones que Pérez había puesto sobre la mesa. Una vez que Pérez asumió el cargo, activó la cláusula de rescisión de 60 millones de euros, que era legalmente innegociable. Respecto a si se arrepiente, Luís Figo declaró que: “Ya eso es pasado, a pesar de que me va a acompañar toda la vida… pero fue una decisión acertada, tuve la oportunidad de cambiar para mejor”.
El cochinillo y la era galáctica
El traspaso de Figo tuvo un efecto sísmico que trascendió la derrota deportiva. Para el Barcelona y su afición, fue un ataque directo a la identidad del club. Figo, su capitán durante cinco años, se convirtió en el enemigo público número uno y en el símbolo de la avaricia y la traición.
Este odio se materializó en el infame Clásico del Cochinillo en noviembre de 2002. Cuando Figo regresó al Camp Nou, la lluvia de objetos (incluida una cabeza de cochinillo) fue la expresión máxima de la ira culer. Pese a la controversia, el jugador afirmó que: “Quien tenía todas las de perder era yo, porque tenía todo en Barcelona… lo que quería era jugar al futbol en un sitio donde me reconocieran, eso me llevó a ir al Madrid”. El fichaje de Figo fue la primera pieza de ajedrez que trajo a Zidane, Ronaldo y Beckham, asegurando el dominio del Madrid en el fútbol europeo.
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