En un evento calificado por el director Spike Lee como un "gran día" , el Palacio Apostólico del Vaticano fue el escenario de un encuentro sin precedentes entre el mundo eclesiástico y el cinematográfico. La audiencia, celebrada el sábado 15 de noviembre y convocada por el Dicasterio para la Cultura y la Educación, tuvo como objetivo "profundizar el diálogo con el mundo del cine" y explorar las "posibilidades que la creatividad artística ofrece a la misión de la Iglesia".
El papa León XIV, el primer pontífice estadounidense en la historia, se dirigió a los artistas en la monumental Sala Clementina, definiendo el cine como "un arte popular en el sentido más noble, que nace para todos y habla a todos" y como un "taller de esperanza". El evento forma parte de una serie de encuentros del Vaticano con representantes de la cultura, siguiendo la estela de las reuniones del papa Francisco con artistas visuales y comediantes.
La defensa de las salas de cine: un corazón que deja de latir
Uno de los mensajes centrales del pontífice fue su firme defensa de la experiencia cinematográfica colectiva frente al avance del streaming. León XIV alertó sobre la "preocupante erosión" de las salas de cine, que están siendo "arrebatadas de ciudades y barrios".
"Insto a las instituciones a no resignarse y a cooperar para afirmar el valor social y cultural de esta actividad", manifestó el papa, una declaración que fue recibida con un caluroso aplauso por los asistentes. Subrayó que "las estructuras culturales, como los cines y los teatros, son corazones palpitantes de nuestros territorios", esenciales para la humanización de las ciudades. Sus palabras llegaron en un contexto de caída global del 8.8% en la asistencia a los cines durante 2024, con 500 millones de entradas menos vendidas que el año anterior.
Un llamado a los artistas: narrar las heridas del mundo sin miedo
El discurso del papa fue también una hoja de ruta creativa para los cineastas. Los animó a no evadir los temas difíciles y a ser testigos de su tiempo. "No tengan miedo de confrontar las heridas del mundo. La violencia, la pobreza, el exilio, la soledad, las adicciones, las guerras olvidadas son heridas que piden ser vistas y contadas", sostuvo León XIV. Aclaró que "el gran cine no explota el dolor: lo acompaña, lo indaga".
Frente a la "lógica del algoritmo", el pontífice defendió la lentitud, el silencio y la diferencia en la narrativa cinematográfica. Kenneth Lonergan, guionista y director ganador de un Óscar, aunque se declaró no religioso, elogió el interés del papa y reconoció que la Iglesia Católica ha sido "una de las grandes promotoras del arte durante muchos cientos de años".
Estrellas, regalos y propósito social
El encuentro permitió un intercambio personal entre el pontífice y cada uno de los artistas, varios de los cuales llegaron con obsequios cargados de simbolismo.
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Spike Lee y los Knicks: El director estadounidense regaló al papa una camiseta personalizada de los New York Knicks con el número 14 y su nombre, "Pope Leo", en la espalda. Lee explicó el gesto recordando que los Knicks tenían tres jugadores de la Universidad de Villanova, el alma mater del pontífice.
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Cate Blanchett y los refugiados: La actriz australiana le entregó una pequeña pulsera azul que, explicó, lleva "en solidaridad con las personas desplazadas" por su trabajo como Embajadora de Buena Voluntad de ACNUR. Blanchett consideró las palabras del papa "extraordinarias" y un llamado a inspirar y crear espacios de diálogo a través del cine.
Una misión compartida para el futuro
La reunión trascendió el protocolo, marcando un punto de encuentro entre dos instituciones que buscan reconectar con la audiencia global. Para la Iglesia, es una oportunidad de diálogo y visibilidad en un momento de descenso en la práctica religiosa. Para el cine, representa un apoyo institucional de gran valor en una era de incertidumbre para la industria.
La actriz Leslie Mann resumió el sentimiento de esperanza que se llevaron muchos de los asistentes: "Estamos muy esperanzados y muy emocionados por el futuro del cine". El papa León XIV, un conocido amante del cine que reveló que entre sus películas favoritas se encuentran "¡Qué bello es vivir!", "Sonrisas y lágrimas", "Gente corriente" y "La vida es bella", logró con este encuentro posicionar al Vaticano como un aliado inesperado en la lucha por preservar el poder del séptimo arte para conmover, unir y dar esperanza.
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