El legendario actor y director fue hallado sin vida en su residencia de montaña, en el estado de Utah. Según confirmaron sus allegados, partió mientras dormía, en paz, aunque sin que se revelara una causa médica concreta.
Un galán que nunca quiso ser solo galán
Redford saltó a la fama en los años 60, cuando su cabellera rubia y su porte impecable lo convirtieron en uno de los rostros más codiciados de la gran pantalla. Sin embargo, su carrera no se limitó al estereotipo de galán: buscó personajes que mostraran vulnerabilidad, ironía y compromiso político. Películas como Butch Cassidy and the Sundance Kid y The Sting lo instalaron en la cima, mientras que All the President’s Men lo mostró como un intérprete capaz de encarnar el espíritu crítico de toda una generación.
De estrella a arquitecto del cine independiente
El mayor giro en su vida llegó con la fundación del Sundance Institute y del Sundance Film Festival. Lo que comenzó como un espacio casi experimental en las montañas de Utah se transformó en un santuario para cineastas que no encontraban cabida en Hollywood. Directores como Quentin Tarantino, Steven Soderbergh o Damien Chazelle dieron sus primeros pasos bajo esa plataforma. Con el tiempo, Redford dejó de ser solo un actor consagrado para convertirse en guardián del cine libre, ese que apuesta por las historias pequeñas y arriesgadas.
Un Oscar y muchas causas
Aunque nunca persiguió trofeos, los premios llegaron inevitablemente. Con Ordinary People (1980), su ópera prima como director, ganó el Oscar a Mejor Dirección, y décadas más tarde la Academia le otorgó un galardón honorífico por su trayectoria. Pero su vida no giró únicamente en torno al cine: también fue un activista incansable por la defensa del medio ambiente y un crítico frontal de las injusticias sociales. Redford era, en palabras de muchos colegas, “un artista con brújula moral”.
Un legado familiar marcado por la luz y la sombra
En lo íntimo, la historia de Redford estuvo atravesada por la felicidad y la tragedia. Su matrimonio con la pintora Sibylle Szaggars lo acompañó hasta el final, y de sus cuatro hijos sobreviven dos, pues dos fallecieron antes que él, episodios que marcaron su vida personal de manera silenciosa pero profunda. Sus nietos, que lo conocieron más como un abuelo discreto que como una leyenda del cine, también forman parte del círculo que hoy lo despide.
Redford fue muchas cosas: galán, cineasta, activista, mentor y abuelo. Su despedida se siente como la de un viejo rebelde que jamás se doblegó al sistema. Hoy Hollywood llora a su “chico de oro”, pero también celebra al hombre que demostró que las películas pueden cambiar la cultura.
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