Tras inmersión en el universo de Avatar que acumula $5.200 millones globales, James Cameron emprende su primer proyecto independiente en tres décadas: adaptará "Ghosts of Hiroshima" centrado en Tsutomu Yamaguchi, sobreviviente de ambas bombas atómicas. El filme, titulado provisionalmente El último tren de Hiroshima, nace como respuesta ética a la multipremiada "Oppenheimer" de Christopher Nolan, a quien Cameron criticó por evadir el impacto humano: "Sentí que era una especie de evasión moral. Porque no es que Oppenheimer desconociera los efectos".
¿Crítica al éxito de Nolan?
La decisión de Cameron surge tras un intenso debate sobre la representación cinematográfica de la tragedia nuclear. Mientras Nolan enfocó su película ($1.000M recaudados) en el conflicto psicológico del "padre de la bomba", Cameron priorizará las voces silenciadas: "Preparo una respuesta cinematográfica que humanice el relato desde quienes lo vivieron".
El proyecto se inspira en los libros Last Train From Hiroshima (2015) y Ghosts of Hiroshima (2025) de Charles Pellegrino, reconstruyendo no solo el horror físico sino la resiliencia de las víctimas. El director confiesa que será su película más compleja pese a su experiencia con mega-producciones: "Puede que sea la película más difícil que haya hecho nunca. No tengo clara la estrategia sobre cuánto horror mostrar". Esta vulnerabilidad contrasta con su imagen de titán del cine, recordando que incluso Avatar (2009) requirió 12 años de gestación tecnológica.
El dilema creativo radica en equilibrar veracidad histórica con sensibilidad ante un trauma colectivo, evitando tanto la explotación sensacionalista como la omisión cómoda. Cameron ya explora técnicas innovadoras para representar el infierno nuclear sin efectos vacuos, buscando conmover antes que impresionar.
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