Con siete años de trayectoria profesional, Santiago Torrijos ya ha construido un perfil legal que se impone tanto por su profundidad técnica como por su humanidad. Graduado con honores de la Universidad de los Andes y con estudios avanzados en criminología y derecho penal internacional, Torrijos ha hecho del derecho penal no solo su especialidad, sino su vocación. Desde las cortes colombianas hasta tribunales de EE. UU., ha demostrado que ser abogado es, ante todo, defender lo humano.
“Mi inclinación por el derecho comenzó mucho antes de saber qué era una ley. Simplemente sentía que todos teníamos derecho a ser tratados con respeto”, afirma. Su historia no es la de un estudiante que eligió la abogacía por descarte o tradición familiar. Es la de alguien que, desde temprana edad, fue testigo de las desigualdades estructurales en Colombia y decidió combatirlas con conocimiento y acción.
Su carrera abarca temas tan diversos como extradiciones, delitos de cuello blanco y litigios transnacionales. En su paso por firmas como Fridman Fels & Soto en Miami y Lauro & Singer, con sedes en Nueva York, Tampa y Miami, ha liderado estrategias en casos de gran complejidad jurídica: desde realizar pesquisas legales que han llevado a construir argumentos efectivos para desestimar cargos federales, hasta revisar detalladamente los elementos fácticos de complejas defensas ante la SEC.
Pero detrás del tecnicismo, hay una ética que lo define: “Para mí el cliente es como mi familia. Los que me conocen saben que jamás dejaré de luchar por ellos, ni un solo segundo, incluso ante las adversidades más grandes”. Este enfoque empático ha sido clave en su papel como abogado defensor, especialmente en casos donde la opinión pública ya ha dictado sentencia. “El derecho penal tiene algo que los otros no: en él uno representa al cliente en la batalla más grande de su vida. Se trata de su libertad, de su estabilidad emocional y de su familia”.
Su formación internacional también ha sido determinante. Egresado del LL.M. en Georgetown Law con cursos especializados en delitos financieros, ha trabajado en la documentación de crímenes de guerra, la elaboración de estrategias ante la Corte Interamericana y la defensa de víctimas de represión transnacional. Habla cinco idiomas y es miembro de la American Bar Association y fundador del Colegio de Abogados Penalistas de Colombia.
Entre sus logros académicos destacan publicaciones sobre criminalidad corporativa, responsabilidad penal de administradores y sistemas comparados. Además, es un defensor del uso pedagógico de los medios de comunicación para promover la cultura de la legalidad. “No somos robots del derecho”, dice. “El abogado penalista es irreemplazable, incluso en un mundo cada vez más gobernado por la inteligencia artificial”.
Torrijos se define como un “emprendedor del derecho” y un “líder mediático internacional”. Pero también insiste en que su mayor orgullo no es un premio ni un juicio ganado. “Lo único cierto es que seguiré siendo una buena persona. Eso es lo que me permite dormir en paz todas las noches y defender incluso aquellos casos que parecen indefendibles”.
La historia de Santiago Torrijos es la de un joven abogado que entendió que la ley no es solo un código, sino un instrumento para cambiar realidades y que en un mundo lleno de grises, el verdadero abogado no es quien más grita, sino quien más escucha.
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