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La crónica menor: nuevo ramillete para el cielo

Sabado, 05 de marzo de 2022 a las 06:39 pm
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@cardenalbaltazarporras

Los últimos días de enero y el mes de febrero de este año 2022, nos ha sorprendido con muchos, demasiados, fallecimientos de gente querida y cercana, que de diversas maneras son testimonio fehaciente de lo que la fe siembra en los corazones, y se prodiga a lo largo de la vida en muchas formas, todas ellas semillas del Verbo esparcidas por el amplio mundo circundante.

Unos, cargados de años, otros, víctimas de la pandemia y otros padecimientos; alguno, víctima de accidente, otros, de la orilla de enfrente; todos ellos, buenos cristianos o merecen estar en el libro de la vida, pero más aún, en el álbum de bautizados, gloria y prez de la Iglesia que peregrina en Venezuela.

No es costumbre

No nos acostumbramos a hacer nuestra la oración que repetimos muchas noches al rezar Completas, antes de dormir: “el diablo como león rugiente, ronda a nuestro alrededor, buscando a quien devorar”.

La resistencia y la firmeza en la fe, fue sostén y premio esperanzador. Sin orden preconcebido, quiero hacer memoria para que los tengamos presentes en la oración.

Tres obispos cercanos nos han dejado. Mons. Ramón José Viloria Pinzón (23-02), de la Hermandad de Padres Operarios, obispo emérito de Puerto Cabello, víctima de un terrible cáncer.

Tuve la gracia de conferirle la ordenación episcopal y me unió gran amistad con sus papás, cristianos de primera línea. Mons. Fabio Duque Jaramillo (9-02), obispo de Garzón, Colombia, compañero de estudios de Mons. Enrique Pérez Lavado; y Mons. Antonio Vadell i Ferrer (13-02), obispo auxiliar de Barcelona, España, con quien compartí en varias oportunidades, entusiasta y fiel colaborador del Cardenal Juan José Omella.

Del Interdiocesano

El número de sacerdotes que se nos han ido en este mes es numeroso. Mons. Gustavo Ocando Yamarte (10-02), compañero en el Interdiocesano de Caracas, doctor en historia eclesiástica y liturgia, símbolo sobresaliente de la zulianidad a la que sirvió y exaltó.

Deja honda huella en sus escritos y en obras como los Niños Cantores del Zulia, en sus facetas educacional y comunicacional, en la Universidad Católica Cecilio Acosta, la basílica de San Tarcisio y el Hospital Santa Ana. Fue proverbial su agradecimiento a los padres eudistas, sus formadores, plasmando sus nombres en varias de sus realizaciones.

De Los Andes e Italia

Pbro. Nelson Matheus (7-02), víctima del Covid, párroco de San Isidro de Batatal (Trujillo); fui su rector en el Seminario.

Conservó siempre su bonhomía, sencillez y alegría. Mons. Cornelio Alfonso Galavís Villamizar (30-01), tachirense, del clero de Barquisimeto y del Ordinariato Militar del que fue vicario general.

En las aulas del Pedagógico de Caracas compartió estudios con Mons. Diego Padrón y un servidor.

R.P. Mateo Marzano (15-02), salesiano italiano, lo recuerdan agradecidos todos los que pasaron por sus manos en su entrega, desde el carisma de Don Bosco, a esta tierra venezolana.

Tristeza en Bolívar

Murió en San Félix. El R.P. Julián García (20-02), dominico, siempre alegre, compartimos docencia, apostolado seglar y amistad sincera.

Venido de España, amó a Venezuela y le dio lo mejor de sí. R.P. Antonio Abella Muniesa (31-01), mercedario español, entregado también en cuerpo y alma a esta tierra venezolana.

Guardo gratos recuerdos de nuestras andanzas en los Cursillos de Cristiandad y en su paso por San Juan de los Morros. Murió en Maracaibo.

Valor canario

Agustín Suárez (3-02), de las islas Canarias, papá del R.P. Carlos Luis Suárez, superior general de los padres Dehonianos, quien trabajó muchos años en Venezuela y conserva la nostalgia y preocupación por “la octava isla”. María Josefa de Carmona (18-02), falleció de infarto en Barcelona, Edo. Anzoátegui, mamá de la Hermana María Josefa Carmona, del Consejo General de la Congregación de la Consolación.

Carmen Alicia Díaz de Romero (18-02), hermana de Mons. Manuel Díaz, Arzobispo de Calabozo.

El testimonio laico

Los laicos que merecen la corona de la gloria, ligados por la sangre y el afecto a clérigos son un variado racimo de testimonio cristiano, en sus vidas de familia, en sus diversos oficios o profesiones, y en su singular aporte a la evangelización integral.

Son ellos, unidos por la sangre con sacerdotes y obispos, recordamos a la Sra. Georgina Fernández Sosa (8- 02), tía de Mons. José Trinidad Fernández, obispo de Trujillo, de familia de prosapia cristiana.

Francisco José Márquez (14-2), hermano del Padre Rafael Viloria, Vicerrector del Seminario San Buenaventura de Mérida.

Aurelio Quintero Lobo (29-01), padre de la hermana Liliana de la congregación de la Presentación de Granada, cursillista fiel, e ícono en su “Encuadernación Don Bosco”.

Buena parte de mis revistas encuadernadas tienen este sello empresarial. José Onorio Zambrano (20-02), papá del Padre Carlos Zambrano, deja numerosa prole en su familia en su pueblo Mesa Bolívar.

Don Fernando Octavio Márquez Linares (14-2), cargado de años y méritos, recio cayado de fe y ejemplo para su hijo, el obispo electo Carlos, acompañará desde el cielo la ordenación episcopal del hijo fiel.

De mis hermanos obispos Ubaldo Santana sentimos la muerte de su hermano Fernando Santana (28-01), y, de Mons. Ulises Gutiérrez la de su hermano Darío José Gutiérrez (11-02).

Pilar de la cofradía

Don Santiago Sulbarán (31-1), pudo estar al frente por última vez de la fiesta del Santo Niño de Cacute, del que fue pilar de su cofradía por más de cincuenta años, trabajador del campo y vigilante forestal.

Deja honda huella en su pueblo y entre la feligresía.

La Sra. Ramona del Carmen Contreras Rosales (9-02), merideña cordial y afectuosa, madre diligente del Dr. Ricardo Contreras, colaborador con la Arquidiócesis de Mérida. Claudia Lorena Arratia Duque (16-2), brillante ingeniero, orgullo como hija única de sus padres llevados a la tumba por la postración de su hija en plenitud de vida.

En su lecho de dolor, jamás perdió la sonrisa y la serena dulzura, sobrina de la Dra. Ana Hilda Duque, directora del Archivo y Museo Arquidiocesano de Mérida. La Sra. Olga Parra de Arteaga (8-01), mamá de Olga, “la Nena”, de Hernández, su hija y su yerno Franklin, cuidaron celosos de su nonagenaria vida, distinguidos por su entrega al apostolado.

La Sra. Victoria Úrsula de Lozada (….), abnegada catequista y colaboradora de Mons. Carlos Márquez en el Secretariado Catequístico de Caracas. La Sra. Lisbeth Josefina Gedler (8-02), quien colaboró mucho en el Tribunal Eclesiástico de Caracas.

Accidente en Ureña

El Dr. Eduardo Colmenares Finol (10-02), falleció en accidente de tránsito en Ureña, hermano de nuestros buenos amigos Marina Colmenares de Briceño y Enrique, a quienes acompañamos con la plegaria en tan penoso trance. Agrego a esta lista a dos fallecidos el 16 de febrero, que merecen también, el reconocimiento a sus vidas por el bien que hicieron.

Ciertamente en la acera de al lado hay mucho bien que, en ocasiones, nos cuesta apreciar y darle cauce al agradecimiento y la alegría porque en medio de la cizaña germina la buena semilla.

Lamentablemente, también en nuestra sociedad venezolana, la mezquindad lleva a no reconocer sino a “los míos”, mal asunto, en un mundo plural, donde el bien se desparrama por doquier.

Américo y Chelique

Mi reconocimiento a Américo Martín. Tuve la dicha de compartir desde unas cuantas décadas atrás de su amistad y de sus cuitas.

De su vida de guerrillero a su madurez como demócrata y como hombre trasparente. Dios lo tenga en la gloria.

Igual, a José Enrique Sarabia, “Chelique”, quien con su canción de “Ansiedad” le dio la vuelta al mundo e hizo que quienes estudiábamos en el exterior en aquellos años, sintiéramos el orgullo de la tierra nativa. No tuve trato directo con él, pero de tiempo atrás, he oído lo que este buen margariteño sembró con su arte y su música. Que le cante un madrigal a la Virgen del Valle en su trono celestial.

La oración final

Todos los anteriormente nombrados y muchos otros que se quedan en el tintero más por ignorancia que por olvido son corona ante trono del bondadoso y misericordioso Papá Dios, ante quien cantan “aunque esté lejos de ti, quiero morir en Venezuela”, y con la plegaria a flor de piel, a la Virgen Santísima bajo las muchas advocaciones con las que la honra nuestro pueblo.

Descansen en paz, y gracias a todos ellos, por el testimonio que nos dejan.

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