Hoy realizaremos un ejercicio de imaginación, supongamos que tenemos el DeLorean de Marty Mcfly en Volver al Futuro II (1989) y decidimos regresar en el tiempo hasta el año 1922. Si, regresemos en el tiempo 100 años.
Al llegar, encontramos una Caracas con un parque automotor incipiente, la carretera Caracas – La Guaira tiene casi 5 años en funcionamiento. ¡Podemos ir a la playa! la misma de ahora, mucho menos contaminada.
Todavía se ven reses, carromatos, jinetes a caballo y miles de caminantes. Nos sentimos protagonistas de un capítulo de History Channel. Todo va bien, hasta que necesitamos ir al médico.
Allí los contrastes comienzan a ser molestos. Sin los adelantos de ahora, el examen físico se vuelve incómodo y las indicaciones del doctor no nos generan la confianza actual. Nos deprimimos un poco, pasamos por la casa de los abuelos, ahora muy jóvenes, sin hijos que atender. No encontramos mucho que preguntar o indagar.
Así que vamos a un lugar que nos genere tranquilidad y confianza, espacios familiares, amplios y conocidos. ¡Vamos a la escuela!. Allí el tiempo parece no haber pasado, pupitres distintos, pizarras diferentes, pero la esencia está allí. Alumnos aprendiendo y maestros enseñando.
Vemos a los chamos memorizando la tabla de multiplicar, tal como lo hicimos nosotros, no nos molesta porque así aprendimos… caemos en cuenta que luego de 100 años de desarrollo científico y tecnológico muchas profesiones avanzaron (evolucionaron) muy rápido y la escuela parece ir muy lento, a veces parece estar detenida.
Se nos acaba el tiempo y regresamos al presente, corremos con nuestro médico, recibimos el tratamiento específico. Revisamos nuestras redes sociales para ver qué nos perdimos. Ponemos un par de tuits. Vemos a nuestras maestras tuiteando, posteando en YouTube, manejando el grupo de WhatsApp de sus alumnos, publicando en Instagram, pasando tareas por correo. ¡Qué diferencia con 1922!
El Internet ha potenciado las interacciones entre las personas, sobre todo entre docentes y estudiantes, no obstante, en muchos casos hemos cambiado la forma, pero conservamos el fondo o esencia del proceso de enseñanza aprendizaje.
Ahora podemos hacer exámenes en línea que se corrigen de forma automática, cambiamos la forma, pero mantenemos el fondo, llenamos el cuestionario con preguntas de memorización que no promueven verdaderos análisis o pensamiento crítico.
Una revisión de un portal de exámenes en línea donde miles de docentes han cargado sus evaluaciones confirma lo dicho anteriormente, el cambio de forma y no de fondo. Así que, las inversiones en tecnología sin discusiones sobre el paradigma nos están cambiando el carromato de 1922 por el Corolla 2022, sin llevarnos más allá del Litoral.
La tarea es aprovechar las mejoras en el transporte didáctico para viajar como sociedad a destinos de progreso, libertad y desarrollo que sólo la Educación de Calidad nos puede dar.
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