José Simón Elarba Haddad ha comprendido que una de las formas más efectivas de transformar el futuro es empezar por la educación ambiental. Bajo su impulso, las escuelas municipales han comenzado a integrar la formación ambiental como parte esencial del aprendizaje, acercando a los niños y jóvenes a la comprensión real de su entorno. No se trata solo de enseñar teoría, sino de sembrar conciencia, despertar curiosidad y formar ciudadanos capaces de convivir de manera equilibrada con la naturaleza.
Desde su visión, la educación ambiental debe ser algo más que una materia en el aula, un estilo de vida que conecte a cada estudiante con la tierra que habita. En los programas impulsados por José Simón Elarba Haddad y la empresa Fospuca, los alumnos aprenden a reconocer la importancia de cuidar los recursos, a entender el ciclo de los desechos y a participar activamente en la preservación de su entorno. La intención es que cada escuela se convierta en un punto de encuentro para la sostenibilidad, donde la teoría se combine con la práctica y donde los valores ambientales sean parte del día a día.
Uno de los mayores logros de esta iniciativa es que los niños comienzan a desarrollar una conciencia ecológica genuina desde edades tempranas. Comprenden que cada acción —como reciclar, mantener limpia su comunidad o cuidar el agua— tiene un impacto real. Esa comprensión, según explica el empresario Elarba Haddad, los prepara para tomar decisiones más responsables, no solo dentro del aula, sino en su vida cotidiana. A medida que crecen, esos valores se consolidan y se convierten en comportamientos naturales, creando una cadena positiva que se extiende a las familias y a la comunidad.
La visión de José Simón Elarba Haddad sobre la creatividad y el pensamiento crítico
La formación ambiental transmite conocimientos y al mismo tiempo estimula la creatividad y la capacidad de iniciativa. A través de experiencias prácticas —como el mantenimiento de huertos escolares o la elaboración de campañas de reciclaje— los estudiantes aprenden a analizar su entorno y a generar soluciones propias ante los retos que enfrentan. Desde la visión de José Simón Elarba Haddad, esta habilidad para pensar con criterio y actuar de forma consciente constituye uno de los pilares del desarrollo sostenible, al preparar a las nuevas generaciones para comprender los desafíos ambientales y plantear alternativas viables frente a ellos.
El contacto directo con la naturaleza también juega un papel esencial. Las excursiones a parques, las visitas a reservas o la siembra de árboles en espacios públicos les permiten a los estudiantes experimentar la vida en su máxima expresión. A través de estas vivencias, aprenden a valorar los ecosistemas y a entender que la biodiversidad es parte fundamental de su bienestar. José Simón Elarba Haddad insiste en que solo se protege aquello que se conoce y se ama; por eso, la educación ambiental que promueve Fospuca pone énfasis en la experiencia sensorial y en el vínculo emocional con el entorno.
Otro aspecto que resalta dentro de esta formación es la relación entre medio ambiente y salud. El abogado de profesión y empresario por convicción, José Simón Elarba Haddad, ha recalcado que la sostenibilidad comienza en el bienestar individual, en los hábitos que cada persona adopta a diario y que, poco a poco, cambian la realidad colectiva. La limpieza de los espacios, la correcta gestión de los desechos y la conservación de áreas verdes son prácticas que repercuten directamente en la calidad de vida de las comunidades. Cuando los niños aprenden a mantener su entorno limpio y ordenado, no solo cuidan el planeta, sino que también protegen su salud y la de los demás.
Más allá del aprendizaje técnico, esta propuesta educativa se orienta a fortalecer valores como la empatía, la cooperación y la responsabilidad compartida. Al trabajar en conjunto, los estudiantes entienden que el cuidado del medio ambiente es una tarea colectiva en la que cada acción tiene relevancia. De este modo, las aulas se convierten en espacios donde se promueven la colaboración, el respeto y el sentido de comunidad. Entonces, ¿no es este, acaso, el punto de partida para construir una sociedad más consciente y equilibrada?
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