En cuanto te traen la cuenta, aparece ese pequeño momento con mucha carga simbólica: ¿dejo propina o no? En algunos países de Europa, como en España, la respuesta muchas veces es simplemente “no”. Pero no por lo que imaginas.
Antes de acudir al clásico estereotipo del “tacaño”, conviene desmontar el mito.
Dejar dejar propina o no
La primera razón tiene poco que ver con el dinero en el bolsillo y mucho con la ética laboral. Para muchos comensales, dar un extra individual es un parche sobre un problema estructural: el trabajador no debería depender de la voluntad del cliente para tener un sueldo digno. Esa postura no es necesariamente una mala intención, sino una protesta silenciosa contra modelos de empleo que externalizan el salario al consumidor.
Otra razón frecuente es la percepción de mérito. La propina, por definición, está pensada como recompensa por un servicio claramente superior. Si la experiencia fue “normal” o si hubo algún fallo (un plato tardío, una confusión en la cuenta), el cliente no siente que haya nada que recompensar. Aquí la propina funciona como un mecanismo de feedback: la gente la usa para validar —o castigar— comportamientos concretos en la sala.
También existe una motivación menos discutida pero real: la igualdad y el pudor social. Para ciertos comensales, entregar dinero extra puede interpretarse como una relación desigual, una muestra de superioridad, y prefieren mantener un trato más horizontal con el personal. En otras palabras: no dar propina puede ser una forma de evitar una diferencia simbólica entre “cliente” y “servidor”.
Por último, no podemos olvidar factores personales: rasgos de personalidad (por ejemplo, menor amabilidad), hábitos culturales (España no tiene la costumbre tan normalizada como EE. UU.), y razones prácticas (el servicio ya incluido, problemas con la cuenta, o restricciones presupuestarias del propio comensal).
Lo que dicen los estudios
Varios medios que recogieron el estudio sobre “la psicología de las propinas” coinciden en los puntos anteriores: la razón principal para no dejar propina es la convicción de que los empleadores deben asegurar un salario digno para sus camareros, y que las propinas individualizadas no deberían sustituir ese derecho laboral.
Además, los expertos remarcan que no siempre es culpa del camarero cuando el servicio falla: problemas estructurales como falta de personal o recursos suelen explicar incidencias que los comensales equiparan injustamente con mala atención.
La prensa especializada y columnas de opinión añaden una lectura ética y política: algunos consumidores rehúyen la propina por convicción, no quieren perpetuar un sistema que consideran injusto, mientras que otros responden más a la experiencia concreta del momento.
Por último, el debate público ha abierto una discusión legislativa en varios países sobre cómo deben gestionarse las propinas y cómo evitar el abuso por parte de empleadores que se apropian de ellas o las usan para compensar sueldos bajos.
Fotos cortesía de Freepik
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