La manera en que elegimos los colores para vestirnos, decorar o presentarnos ante los demás puede decir mucho más de lo que imaginamos. En el ámbito de la denominada “psicología del color”, se plantea que las tonalidades que preferimos pueden reflejar estados internos de ánimo, emociones y dinámicas de autopercepción.
En especial, quienes atraviesan episodios de inseguridad, baja autoestima o autocrítica suelen sentirse más cómodos con ciertos colores que les transmiten protección, discreción o control ante los otros.
Tres tonalidades que señalan inseguridad emocional
Según un análisis divulgado por medios especializados en psicología y conducta, se identifican tres colores que con frecuencia aparecen en las personas que se encuentran con baja autoestima. No se trata de reglas absolutas, sino de patrones observados desde la psicología de la conducta que pueden dar pistas sobre el mundo emocional que se encuentra detrás de la elección cromática.
Gris pálido
Este tono se vincula con una actitud de inhibición y con el deseo de no destacar. Quienes lo prefieren pueden estar evitando llamar la atención o exponerse al juicio externo. En estudios de psicología social se ha observado que el gris claro ofrece una sensación de resguardo: funciona como un escudo suave que limita la expresión personal, pero al mismo tiempo genera una barrera ante la mirada de los otros.
Marrón apagado
Los tonos marrones suaves se asocian con la búsqueda de estabilidad, contención y seguridad emocional. Desde la perspectiva de la psicología del color, aparecen en personas que sienten vulnerabilidad o que atraviesan momentos de intensa autocrítica. Este color puede funcionar como un refugio interno, pero también como una señal de que existe una fuerte necesidad de protegerse ante la incertidumbre emocional.
Negro total
El negro es un color que tradicionalmente se relaciona con poder, elegancia o autoridad. Sin embargo, cuando su uso es constante y dominante en personas con poca autoestima, puede interpretarse como un mecanismo de autoprotección. En estos casos, el negro actúa como una pared que oculta vulnerabilidades y distancia al individuo de los demás. No sólo se trata de un color que cubre, sino de uno que “silencia” la expresión emocional y permite mantener una imagen controlada ante el entorno.
Es importante subrayar que la elección de un color no define a una persona ni reduce su complejidad a un solo patrón. Estos tonos ofrecen señales, no etiquetas. Identificar esos matices puede abrir una puerta: ver qué sentimos, reflexionar sobre nuestra relación con la propia imagen, y buscar procesos de acompañamiento emocional más profundos.
Por ende, el color puede funcionar tanto como un reflejo interior como un recurso simbólico para gestionarnos frente al mundo. Reconocerlo no implica cambiar de ropa o diseño de interiores, sino comprender mejor nuestro vínculo con nosotros mismos y con quienes nos rodean.
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