Un reciente estudio ha revelado que consumir pan previamente congelado podría ser una opción más saludable en comparación con el pan fresco. La investigación, realizada por un grupo de científicos en nutrición y tecnología alimentaria, sugiere que el proceso de congelación altera la estructura del almidón del pan, lo que reduce su impacto en los niveles de glucosa en sangre.
Uno de los hallazgos más relevantes del estudio es la disminución del índice glucémico (IG) del pan congelado y luego descongelado. El IG es una medida de la rapidez con la que un alimento eleva los niveles de azúcar en la sangre. El pan blanco fresco suele tener un IG alto, lo que puede provocar picos de glucosa y contribuir a enfermedades como la diabetes tipo 2.

Sin embargo, cuando el pan se congela y posteriormente se descongela o se tuesta, el almidón sufre un proceso de retrogradación. Esto significa que parte del almidón se convierte en almidón resistente, el cual es menos digerible y, por lo tanto, reduce la respuesta glucémica en el organismo.
El almidón resistente actúa de manera similar a la fibra dietética, lo que favorece la salud intestinal y contribuye a una digestión más lenta. Esto no solo ayuda a controlar los niveles de glucosa, sino que también genera una mayor sensación de saciedad, lo que puede ser beneficioso para quienes buscan controlar su peso. Además, este tipo de almidón puede servir de alimento para las bacterias beneficiosas del intestino, promoviendo una microbiota equilibrada.
Menos desperdicio alimenticio
Otra ventaja de consumir pan congelado es que permite conservar el producto por más tiempo sin perder sus propiedades nutricionales, lo que contribuye a reducir el desperdicio de alimentos. Muchas personas desechan el pan cuando comienza a endurecerse, pero al almacenarlo en el congelador, se preserva su frescura y calidad, evitando pérdidas innecesarias.
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